Primera Nacional - BROWN DE ADROGUÉ

"Desde Estocolmo a Adrogué"

De la mano del escritor Eduardo J Quintana, Mundo Ascenso hace un homenaje mediante este cuento a to

El frío es un denominador común en las calles de Estocolmo. La gente mayor prefiere pasar el sábado dentro de sus casas, con el calor de los hogares, mirando alguna película, degustando de un buen chocolate o alguna bebida fuerte.
Don Jorge no era la excepción, pero con una gran diferencia, el calor lo daban los mates con bizcochitos y los recuerdos de su querida Buenos Aires. Hacía varios años que había partido desde su ciudad, fue allá con la crisis del 2001, cuando su hijo Alberto y su nuera Nilda, recién casados, partieron hacia el país escandinavo, en búsqueda de un bienestar que su país natal no les ofrecía. Y el destino fue Suecia, más precisamente su capital, la bella Estocolmo. Un buen trabajo, una confortable casa, eran un combo perfecto para que la nueva pareja se estabilizase, dentro de un confort poco imaginado en la Argentina convulsionada de aquella época. Pero había una preocupación en la pareja. El padre de Alberto González, Don Jorge, había quedado en Buenos Aires, más precisamente en su casa de Adrogué, una pintoresca ciudad del Partido de Almirante Brown, en la zona sur del conurbano bonaerense. Por ello, por la preocupación de ambos, es que decidieron convencer al viejo Jorge, que viajara hacia Europa. Costó, costó mucho, pero esa unión eterna entre padre e hijo, hizo lo suyo. Y fue en febrero de 2002, que Don Jorge Abel González, emprendió el viaje hacia el país nórdico.
Nuevas costumbres, una extraña lengua, mucho orden, mucha paz y la escena repetida del viejo mateando en el jardín de su casa, en un acomodado barrio en las afueras de la ciudad de los puentes. Pasaron muchos años desde aquel día en que Don Jorge pisó suelo sueco. Pasó el tiempo, pero no se perdieron los recuerdos hermosos de aquellos sábados en el “Lorenzo Arandilla”, nombre con que se conocía al estadio del Club que llevaba dentro de su corazón, Brown de Adrogué. El Tricolor era parte de su vida, Don Jorge vivía a media cuadra de la cancha y pasaba los días en Cerretti y Solís, junto a sus amigos, su familia; junto al amor por el Tricolor. Pero la distancia y esa infalible razón que existía para reacomodar a diario aquellos recuerdos, esas añoranzas de barrio y amigos, de esquina y café, de sábados y Brown, sobre todo eso, Brown…
Los nietos, fueron un bálsamo para amenguar el desarraigo. Era común ver a Don Jorge, en su sillón mecedor, a los ochenta y tres años, rodeado de sus tres nietos; contando anécdotas de su querido club, mostrando viejas fotos, banderines y sus apreciadas camisetas. Los niños miraban azorados y con un castellano acentuado, preguntaban para placer del abuelo. Pero tanto Frederek y Hilmar, los nietos varones, como Annalie la, mujercita del abuelo, habían adoptado la camiseta celeste, roja y negra, como propia y tenían sábado a sábado, una premisa fundamental de unión familiar, ya que junto al abuelo Jorge, se sentaban frente a una computadora, para ver desde Argentina el canal que transmitía el ascenso, cada vez que Brown jugaba y en el caso que no fuese así, sintonizaban una radio de su ciudad, que seguía la campaña del Tricolor. Fueron años promisorios los que transcurrieron desde que sus nietos comenzaron la sabia reunión sabatina. El amor por Brown se había heredado de abuelo argentino a nietos suecos, de una forma casi incomprensible para quien no entiende eso del amor por la divisa con la que uno nace. Por aquel amor, por este amor, por su sentido de pertenencia, su habitación era un lugar sagrado y el lugar predilecto para los chicos de la casa. En sus paredes colgaban banderines, fotos, la camiseta autografiada de los héroes del 97 y otra de su ídolo Gastón Grecco especialmente dedicada para Don Jorge. Reliquias del sentimiento, del amor, de la pasión. Adjetivos que le caben a los futboleros de ley, como el Abuelo.
Admiración que genera en sus tres nietos, con quienes recorre las fotos de los equipos que cuelgan de las paredes de su habitación.
- Romero, González, Barbona, Astorga, Scalenghe, Ramírez, Bianchi, Bonacorsi, Genovese, Grecco, Lema. Este es el campeón del 2000
- ¿Y ese abuelo? Preguntaba Fred.
- Ese, es el que logró el ascenso a Primera C, Fred. Porque nosotros jugamos hasta en Primera D…
- ¿Y eso qué es abue…? Preguntaba la princesita, mientras señalaba un cuadrito muy singular.
- Ese, es el carnet de vitalicio Bodas de Oro.
- ¿Qué es Bodas de Oro, abuelo?
- Bodas de Oro se llama al que cumple cincuenta años como socio del club, Anny.
- ¿Y aquel de la foto, el de los bigotazos, quién es?
- Ese, es el máximo ídolo que nos dio el fútbol, se llama Pablo Vico; yo lo vi jugar de pibito en infantiles y debutar en primera. Era un goleador sensacional y hoy es el técnico.
Allí, Don Jorge, se sentó en su sillón y rodeado de sus nietos, con ojos llorosos, les contó a los más chicos Hilmar y Anny, sobre la humildad y el sentimiento de Pablo Vico hacia el club que lo cobijó de pequeño, del que fue goleador y al que dirige hace tiempo, el que ama y en el que vive y se desvive.
- Este de los bigotes, es el técnico que nos llevó a lo más alto, chicos, un verdadero símbolo de Brown. Contaba el abuelo Jorge con lágrimas de emoción en los ojos.
Ya era la hora. Los nietos y el abuelo estaban reunidos; y Fred, ataviado con su camiseta tricolor, sentado frente al monitor, avisaba.
- Ya salen abuelo, vení, mirá cuanta gente hay en el estadio.
Ya era hora, en el Libertadores de América, en su primer cotejo en el Nacional B, máxima categoría del Ascenso, salía al verde césped, el Club Atlético Brown de Adrogué. Y Don Jorge, el Abuelo Jorge, junto a sus tres nietos, ya estaban jugando su partido.
Desde acá, desde Estocolmo. Desde allá, desde Adrogué
Un sólo grito: ¡Dale Brown…!

Ver más:
Brown Adrogue