Primera B - CHACARITA

El amor y las redes sociales

De la mano del escritor Eduardo J Quintana, Mundo Ascenso hace un homenaje mediante este cuento a to

Nuevas técnicas de comunicación han modificado las relaciones humanas, muchas veces en forma positiva y otras no tanto. Las negativas van en detrimento de las relaciones sociales más carnales, más románticas, más personales; pero no hay dudas que la masificación comunicacional logró la mágica sensación de estar más cerca, más unidos y hasta podría decirse más integrados socialmente. Hoy a través de las redes sociales se reencuentran viejos compañeros de colegio, se hacen nuevos amigos, vuelven a verse por fotos con viejas parejas o simplemente se encaran nuevas relaciones. Es muy común encontrar parejas formadas desde el anonimato que se esconde detrás de la identidad, de esos medios de comunicación modernos.
Sebastián, era uno de esos tantos muchachos que consumía horas de su vida, inserto en redes sociales, relacionándose directa e indirectamente con otros individuos. Así conoció a Mariela. Así comenzó una relación a distancia, que a través del tiempo fue llevando a un romanticismo diario, poco común en las parejas de hoy y que eclipsó tanto a Mariela como a Sebastián. Del conocimiento a distancia, pasaron al amor a distancia y de dicha acción, al enamoramiento en vivo. Fue un viernes cuando decidieron conocerse personalmente. A las siete de la tarde, Mariela y Sebastián se encontraron en un bar céntrico, cercano al banco en que ella trabajaba como cajera. Ya se conocían por fotos. Ya se gustaban. Ya se admiraban mutuamente. Las redes sociales, como decíamos, tienen eso de conocerse a medias. Mariela ya conocía a Sebastián, sabía que vivía en Villa Ballester, que había terminado el secundario y había comenzado a trabajar en una conocida casa de electrodomésticos ubicada en el centro de San Martín, que era el mayor de tres hermanos varones, que vivía con sus padres y que en los momentos libres se dedicaba al jardín de su casa, porque eso era lo que le gustaba: la jardinería.
Sebastián sabía que Mariela era la menor de tres hermanas, que vivía con sus padres y su abuela, en un departamento de Villa Crespo, que estudiaba ciencias económicas y que trabajaba de cajera en un banco de origen norteamericano y que en su infancia soñaba con ser modelo. Cuando se conocieron personalmente, comenzaron a divisar otras cosas que por la computadora no se observan nítidamente. Ella era una morocha hermosa, de ojos verdes, alta, delgada, de curvas soñadas y una sonrisa envidiable. Él era morocho, de cabello corto, ojos oscuros y piel blanca; simpático todo el día y eternamente romántico. Tan alto como Mariela y de buen físico, hacía taekwondo y jugaba al fútbol con sus amigos.
Se gustaron, se enamoraron, charlaron horas, se despidieron con un tierno beso y quedaron en salir el sábado por la noche.
Soñaron, ambos soñaron y se amaron en sueños. Llegó el sábado, Sebastián durmió hasta el mediodía, se despertó, comió algo rápido, se baño y partió a reunirse con sus amigos de siempre, para hacer lo que más le gustaba, ir a ver a Chacarita. Como toda su familia, nació hincha del Funebrero y desde muy chico dedico gran parte de su vida a vivir las peripecias de su querido tricolor. Los ascensos, los descensos, la fidelidad, el barrio, sus amigos, todo eso era Chacarita y Sebastián siempre estuvo ahí. Y como era sábado a la tarde, ambos se reunirían en el Estadio de Villa Maipú para enfrentar a un encumbrado Los Andes. Como siempre la fidelidad de sus hinchas acompañó una merecida victoria y Sebastián que siempre se enajenaba en los cotejos del tricolor, ese sábado, se sintió distinto, disfrutando, es verdad, pero pensando más en la belleza de Mariela que en la virtud del centrofoward de Chaca o en las proyecciones de su marcador de punta izquierda.
- ¿Te enamoraste gil? Preguntó Gustavo
- ……
Ante el silencio de Sebastián, Gustavo afirmó.
- ¡Te enamoraste, boludo, pero está jugando Chacarita!
Terminó un partido distinto, con una importante victoria. Tomo una cerveza con sus amigos y partió rumbo a su casa, durmió un rato, se baño, se cambió, le pidió el auto a su padre y partió rumbo a la casa de Mariela. La ansiedad lo hizo llegar temprano, estacionó el auto sobre la calle Murillo, frente al PH, donde vivía Mariela, tocó timbre (no había portero eléctrico) y esperó que le abran. Segundos después, se escuchó la voz de una anciana que detrás de la puerta gritó:
- ¿Quién es?
- Buenas noches, soy Sebastián, vengo a buscar a Mariela.
Y allí se abrió la puerta y se asomó una señora grande que parecía ser la abuela de la bella morocha.
- Pasá querido, entrá y esperala un ratito que Mariela debe estar por llegar.
Sebastián ingresó, le dio un beso a la señora y espero que cierre la puerta, la siguió a través de un pasillo e ingresó al departamento, que era el último.
- Sentate en el sillón. ¿Te sirvo un cafecito?
- Bueno, le agradezco
Mientras que de fondo se escuchaban los comentarios de un partido por radio y Sebastián contestaba negativamente los mensajes de sus amigos, que lo incitaban a ir a bailar; la abuela le traía una tacita de café.
- Acá tenés, ponele azúcar a gusto ¿Cómo es tu nombre?
- Gracias señora. Me llamo Sebastián…
- Ya deben estar por llegar las chicas.
- No hay apuro.
- ¿Te gusta el fútbol Sebastián?
- Sí, mucho
- ¿De qué cuadro sos?
- De Chacarita
- ¿De quién? Preguntó asombrada la abuela
- Del Club Atlético Chacarita ¿No lo conoce?
Justo en momentos que las llaves abrían la puerta
- ¿Y Marielita sabe que sos de Chacarita?
- No, nunca lo comentamos
Y la puerta que se abre dando ingreso al papá, la mamá y a las tres hijas, entre ellas Mariela, vestidas con el atuendo azul y amarillo a bastones verticales, justo un ratito después, que Atlanta le había ganado su partido a Temperley, en el León Kolbovsky.
Un enfervorizado ingreso que fue acompañado con el gesto de Sebastián, que sacaba y besaba su colgante de Chaca, dando paso a enviar un mensaje a sus amigos con un simple: “Aguanten, voy para allá”
Las redes sociales son así, unen y separan al compás de la pasión.
Y Chacarita es pura pasión…

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