Primera Nacional - ATLÉTICO TUCUMÁN 1 - GIMNASIA DE MENDOZA 0

Sufrido triunfo

Atlético Tucumán, Decano, Azconzabal, Gimnasia de Mendoza,
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El Decano no tuvo un buen primer tiempo, pero logró dejar los tres puntos en casa ante Gimnasia (M).

Partidos como estos, en los que el intelecto de los distintos del fútbol queda congelado culpa de una típica noche de invierno, son los que marcan a fuego el destino de un equipo. Es cierto que recién arrancó la segunda vuelta de la B Nacional, pero también es cierto que si Atlético no se hacía de los tres puntos ante un rival hipotéticamente inferior como Gimnasia de Mendoza, alguna crítica fundamentada iba dar pie a un cuarto intermedio de castigos por haber dejado escapar una gran chance.

Atlético ganó, sí. Ganó con sufrimiento y sin el brillo que había mostrado hace días contra Boca Unidos. Pero ganó al fin y esos puntos de oro que embolsó en el Monumental terminaron siendo una bolsa de agua caliente de paz. El decano fue más bien un mundo oscuro girando sobre su eje en una caja de luces que pedía brillo con desesperación. Atlético fue un alma en pena por momentos en el primer tiempo. Fue un espectro durante el primer tiempo con los cuyanos pero así y todo no cayó en desgracia. ¿Y saben por qué? Porque en el arco estuvo Cristian Lucchetti.

Laucha les robó el queso a los mendocinos y le dio energías a un grupo que parecía moverse en primera y con una resaca bien ganada después un casamiento sin corte ni pausas de 48 horas. Atlético no era Atlético. Era apenas un grupo de 10 hombres que no sabía qué hacer con la pelota. Si intentaba un pase largo, éste quedaba corto. Tampoco tenía oxígeno en el medio porque Pablo Garnier buscaba ser el nexo atrás con la zaga y Franco Quiroga el eslabón de los tres puntas. Ninguno de los dos se ocupada de copar la parada donde debían: el medio. Entonces se creó un vacío total. No había salida ni tampoco descarga. Así fue como la visita aprovechó para inquietar, una vez por el centro, otra por los costados. Farías fue quien pudo ajusticiar. Lucchetti le dijo no.

Por suerte llegó el complemento y el cambio de aire. Emanuel Molina fue clave en el pase al gol de Leo Díaz. Y Miguel Julio el pacificador en un zona que ardía: el medio. Estando con 10, por la roja a Quiroga, el decano fue mejor que su rival. Pudo golear, también perder. En vez de recluirse atrás, el decano siguió apostando a la suya. Atacó mejor con uno menos, porque se amigó con la pelota y recordó que el fútbol premia a los osados, no a los tibios.

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