"Maxi" Quinteros es goleador de la Primera C en Sacachispas: su historia de esfuerzo y superación conmueve y refleja lo que muchos no ven.
"Qué fácil es la vida de los futbolistas", se escucha cada tanto en cualquier conversación cotidiana. Dinero y lujo es lo primero que se relaciona con la vida de un jugador, pero la realidad marca que sólo una pequeña porción del total alcanza un status como para estar "salvado" de por vida.
La historia de vida de Maximiliano Quinteros, goleador del campeonato con Sacachispas (cómodo líder de la Primera C), relata todos los obstáculos que tiene que atravesar un futbolista para triunfar o al menos subsistir en el medio. Humildad, sacrificio y constancia son los pilares fundamentales que no deben faltar si se busca la receta del éxito. Y es solamente la base.
Maxi nació, se crió y todavía vive en Barrio Agüero (Gerli), donde le empezó a tomar el gusto a la pelota. El potrero del barrio lo enamoró y en el baby fútbol de Racing encontró su lugar en el mundo. Creció y empezó a jugar en cancha de once, siempre en la Academia, donde atravesó infantiles e inferiores antes de llegar hasta la Reserva.
Cuando tenía 11 años falleció su papá y por eso Miriam, su madre, tuvo que hacerse cargo sola de su crianza y la de sus hermanos Eliana (33), Juana (28) y Damián (21). "Mi vieja me enseñó el camino, fue muy importante", dice el Loco -como le dicen desde chico-, quien se enfocó en su carrera futbolística y tiene pendiente terminar el último año del secundario.
"A cierta edad, uno quizás quiere hacer otras cosas o dejar de jugar al fútbol para estar con los amigos. Ella fue un buen ejemplo para que no tuviera malas juntas, amigos que se drogaran o que salieran a robar", comenta el delantero que es muy apegado a sus seres queridos. No negoció su sacrificio en cada entrenamiento y su voluntad lo llevó a firmar su primer contrato.
No llegó a debutar en Racing y pasó a préstamo un año a Deportivo Merlo. Luego deambuló un semestre en Argentino de Merlo y otro en San Miguel (clubes de menor categoría), cuando ya se había vencido su contrato en la institución de Avellaneda. Desde hace tiempo tenía al lado a Jessica, su novia, con la que acababan de tener a Morena, que ahora tiene 6 años. "Me bancaba mi señora, vivíamos de lo que ganaba ella", recuerda sobre aquella difícil situación.
Maxi, que ya se había armado la casa arriba de donde estaba su mamá, vivía con su mujer y su hija cuando decidió apostar sus últimas fichas al fútbol. Un par de pruebas no prosperaron y se decidió a defender los colores de Alsina, en la liga de Chivilcoy. La idea era dar el salto al Federal B (cuarta división) y relanzar su carrera. Así fue: se mudó solo a Junín para jugar en Jorge Newbery y tuvo un breve paso por General Rojo de San Nicolás.
Pero allí surgió otro escollo: un problema en el músculo poplíteo de su rodilla izquierda lo sacó de las canchas. "Mi mujer fue fundamental. Me da apoyo emocional cuando estoy mal, me alienta para ir al gimnasio, al kinesiólogo, a cuidarme con las comidas y el descanso", explica y asegura que estuvo a punto de colgar los botines por ese dolor. Se rehabilitó e inició su segunda etapa en Newbery, donde empezó a recoger sus frutos.
Hizo varios goles claves para salvar al equipo del descenso y en la campaña siguiente, avanzaron tanto en el torneo que al club se le hizo complicado mantener al plantel. "Los dirigentes ya no nos querían cortar el pasto ni pintar la cancha… Pasamos de fase, tenían que pagar dos meses más de sueldos y ellos no querían", son las palabras que describen los problemas que atraviesan muchísimos clubes sin tantos recursos del Interior.
Después de redondear un gran certamen, tuvo propuestas de varios conjuntos del Federal B, pero el deseo era regresar a Buenos Aires. Es que había nacido Santiago, su segundo hijo, y necesitaba estar junto a su familia. Ese embarazo no fue normal: "A Santi le diagnosticaron hidrocefalia congénita, fue muy riesgoso y preocupante. No sabíamos si iba a nacer bien ni cuanto tiempo de vida iba a tener, en las ecografías no se le veía una manito y nos dijeron que podía nacer con espalda abierta (mielomeningocele, una malformación en la columna)".
Dos semanas antes del nacimiento del León, como Maxi llama a su bebé, se volvió para presenciar el parte en medio de mucha incertidumbre y angustia. "Jessica también corría riesgo en la operación… Tuve unos nervios bárbaros", repasa ahora, aliviado. A los diez días de vida le pusieron una válvula y finalmente le dieron el alta. Santi, que ya tiene 2 años, sigue creciendo, hace kinesiología y estimulación para empezar a caminar pronto. "¡Está muy bien!", se alegra el Loco.
Su búsqueda laboral no se detuvo y Luis, papá de un ex compañero de Racing, le consiguió un trabajo como administrativo que aún mantiene y ejerce cuando no entrena: "Me dio una gran mano, siempre le estaré agradecido". Pero el fútbol no había terminado y sus sueños seguían intactos. Allí fue cuando Alejandro Pérez, preparador físico de Sacachispas, le recomendó al técnico Norberto D'Angelo su contratación.
"Arranqué a pelearla de atrás, siendo el quinto o sexto delantero del plantel", apunta Pichu, el apodo que le pusieron en el plantel del Lila. Desembarcó a principios de 2016, cuando el equipo peleaba la permanencia. Fue suplente, de a poco le dieron minutos y demostró estar a la altura. Los buenos resultados acompañaron y además de salvarse del descenso, Saca peleó por el título hasta el tramo final del campeonato.
Los altibajos emocionales y futbolísticos de cualquier futbolista, muchas veces no son contemplados por el hincha común. No le tocó estar en primera persona, pero Maxi revela que antes de un partido, un compañero recibió amenazas y no jugó por eso. Y otros dos les ofrecieron plata para que se hicieran echar… Historias del día a día que no salen a la luz y retratan cómo se vive en el ascenso y pintan el lado más oscuro de la profesión, el que está alejado de las mieles de la gloria deportiva, los millones y la fama.
Hoy Maxi Quinteros figura en lo más alto de la tabla de goleadores. No arrancó la temporada como titular, pero se ganó su lugar y lleva 12 tantos en Sacachispas, que está bien perfilado para ascender a la B Metropolitana (aventaja por 13 puntos a su escolta Sportivo Barracas, cuando queda jugar la segunda rueda).
Sus afectos, los que siempre están, forman la base de los sueños que mantiene más vivos que nunca, para dar un salto más en su carrera y proyectar una vida mejor. La historia de Maxi es una gota en el océano, una de las tantas que se esconden entre los miles de jugadores que sacrifican su vida por amor al fútbol.
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