Resulta imposible pasar por alto lo sucedido en el estadio Florencio Sola. Finalizado el encuentro entre Banfield y Brown, la rabia en la delegación de Adrogué continuaba dentro de la zona de camarines. La sanción del penal que Juan Pablo Pompei decidió facturar en favor de Banfield dejó muchas dudas, y no sólo para futbolistas y entorno Tricolor, sino también para Prensa y simpatizantes del Taladro. De todos modos cada reclamo se torna inútil tras sancionarse la acción, y mucho más, concluido cualquier tiempo reglamentario. Al margen de lo futbolístico, el trato post partido que en adyacencias del vestuario recibió la comitiva de Brown tampoco fue el mejor. Prepotencia e insultos por parte de trabajadores locales caldearon aún más los ánimos en el sector, haciendo que la situación tomara tintes que rozaron la violencia, ante la ausencia de efectivos policiales.
Casi en paralelo al punto máximo de tensión, comenzaron a escucharse gritos que llegaban desde dentro del estadio. Los mismos hacían referencia a los disturbios que luego tomaron conocimiento público: la interna entre barras del Taladro, que incluyó armas de fuego y 7 heridos de bala. La zona previa al vestuario visitante se transformó, inmediatamente, en refugio para las familias banfileñas que intentaban protegerse de los incidentes. El temor que invadió la zona fue palpable, sobre todo por el gran número de niños que se encontraba presente. Cabe destacar que la cantidad de efectivos policiales en el lugar seguía siendo cero.
Hasta que todo se apaciguó, pasaron varios minutos. La gente comenzó a retirarse aún con miedo mientras recobraba una pseudo calma, porque el estado de alerta continuaba en la vecindad del edificio.
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